No me apetece escribir

No he muerto, ni he sido abducida por un OVNI (una pena; tendría algo súper interesante que contar a mi vuelta. Siempre que me devolviesen a la Tierra sana y salva, claro. Aunque, pensándolo bien, si llego contando una abducción extraterrestre, lo más probable es que nadie me creyese, me quedase sin amigos, acabase yendo al programa de Iker Jiménez buscando un poco de comprensión y, a partir de entonces, mis locas noches de fin de semana consistirían en quedar con un grupo de frikis para intentar grabar psicofonías en casas abandonadas. Descartada la opción OVNI)  Desgraciadisísimamente, mi prolongada ausencia tampoco se debe a que esté haciendo un crucero por las Islas Griegas o viendo los fiordos noruegos. (¡Hace mucho calor!¡Quiero un fiordo!)

La explicación es menos exótica. Sufro un caso agudo de SP (Síndrome del Profesor): me apetece tener dos meses y medio de vacaciones y dedicarme a la contemplación de la musaraña ibérica. (Obviando el pequeño detalle de que la convocatoria de Septiembre está ahí – un año más, quiero morir ¡¡¡AAAAAAAAAARG!!! -y la perrería total no es posible) Me da pereza escribir. Y en realidad me da pena, porque diariamente se me ocurren chorradas como pianos, me río internamente y ahí se quedan, en el Limbo de las Paridas Jamás Escritas.

Al principio tuve excusa: hice una escapadilla, y justo a la vuelta, me quedé sin ordenador (es) Porque Hermano se largó al pueblo con el portátil, y Ordenador Primigenio se estropeó. Posibles soluciones:

a) Que lo arregle Hermano, que no entiendo por qué, todo lo hace bien ¬¬ Solución no factible porque no estaba, y aunque intentamos un apaño vía telefónica, a los 5 minutos ya le había sacado de quicio:

(Extracto de la conversación real)

Hermano – a ver, enciende el ordenador y vete dándole a nomeacuerdoquetecla hasta que entres en la BIOS

Yo – Vale. (Que conste que hasta ese momento pensaba que eso eran unos yogures)

(Seguimos hablando un ratín)

Hermano – ¿Ya estás en la BIOS?

Yo – Ostras, lo encendí pero se me olvidó darle a la tecla. Claro, me distraes…

Hermano – … En fin. Reinicia y haz eso.

(Ratín…)

Hermano – ¿Estás ya?

Yo – Ups. ¡No me hables mientras, que no me concentro!

Yo sólo digo que la paciencia es una virtud.

b) Llevarlo a la tienda. Intento escaquearme, porque cada vez que voy me hablan en arameo y me siento estúpida y analfabeta. Prefiero que vaya Madre a la que, como a toda persona mayor de 45 años, la ignorancia informática se le presupone iuris tantum (admite prueba en contrario. ¿Véis, véis? ¿A que me merezco unos dieces como soles?) No la convenzo (a ella, por algún extraño motivo, tampoco le gusta sentirse idiota) y me toca pringar. Esta vez sólo quedé de retra cuando le dije al Chico Que Se Ríe De Mí que uno de los problemas era que no reconocía el ratón, y me preguntó qué clase de ratón tenía. Yo le dije que sin bolita, pero se refería a que si se conectaba mediante USB o por palabraenarameo. Vale, pude haber estado más lista, sé lo que es USB y no era eso, tenía que ser la otra opción. Pero por si acaso, dije «si te sirve de ayuda, lo enchufo aquí» Y señalé detrás de la torre. Y entonces el CQSRDM me miró con una cara que ODIO (la misma que puso la profesora cuando le conté que me había perdido el examen práctico obligatorio porque había estado hora y media esperando en la clase que no era), una mezcla de «me estoy aguantando la risa» y «ay, pobre»

Una vez arreglado y ya en casita, el ordenador seguía sin funcionar. Yo estaba feliz secretamente, porque podría volver a la tienda a restregarle a CQSRDM su incompetencia por el rostro, pero en estas que volvió Hermano del pueblo (tal que asín. Es increíble lo que puede asilvestrarse uno en 15 días)

 

Y descubrió que había conectado el cable de la pantalla donde no era (Mi defensa, un poco floja: «y si no iba ahí, ¿por qué encaja?»)